
Ecos de la Reconquista…
Hay lugares que no figuran en los mapas, pero su nombre retumba en los cimientos de la historia con más fuerza que el de cualquier metrópoli milenaria. Hay gestas silenciadas por los siglos que, sin embargo, sostienen las libertades que aún respiramos.
Camposagrado, la nueva novela ambientada en los albores del Reino de Asturias, no es una simple narración: es una antorcha encendida, un acto de restitución, una llamada al alma de España desde la espesura de su olvido.
Porque Camposagrado existió. No como referencia en un libro de texto, sino como una herida abierta en el corazón de nuestra tierra. Esta novela lo resucita de las cenizas, no como invención literaria, sino como juramento sagrado.
La batalla que salvó un reino
Ambientada tras la mítica victoria de Pelayo en Covadonga, la obra nos sitúa en un instante crucial. El recién nacido reino cristiano apenas late. Hostigado por enemigos, con los últimos vestigios visigodos consumidos por el fuego, la cruz tambalea y la espada tiembla.
Y es entonces, cuando no hay rey que llegue a tiempo, cuando la derrota se dibuja como un destino, cuando todo parece perdido… que un hombre da un paso al frente. No es un noble. No es un santo. Es el capitán Colinas. Un veterano endurecido, sin más esperanza que su deber, sin más herencia que su tierra. Como tantos en la historia de España, decide cargar sobre sus hombros el destino de todos.
La novela describe con crudeza y fervor la preparación de la emboscada: los trece pozos cavados en la noche, la aparición en sueños del apóstol, la estrategia desesperada, y el estallido furioso de la lucha en un valle aún sin nombre.
Cuando la tierra se desgarró y los hombres emergieron como espectros armados, Camposagrado dejó de ser topografía. Se convirtió en altar y sepulcro.
Un relato de barro, sangre y dignidad
Este libro no busca laureles artificiales. No hay estatuas ni estandartes vacíos. En Camposagrado hay dolor real, miedo contenido, frío en los huesos y barro en las botas. Es la heroicidad desnuda, la que nace cuando no hay mañana si no se lucha hoy.
Cada página está salpicada de cuerpos anónimos, de oraciones sin respuesta, de silencios que gritan. Pero también de fe indestructible, de amor incondicional por la tierra, de esa forma de dignidad que solo entiende quien conoce el sacrificio.
El grito de “Tu sin Nos” no es eslogan. Es doctrina. Es recordatorio de que hay días en que no hay rey ni bandera que baste. En que el alma del pueblo debe alzarse sola, porque la historia no espera a los indecisos.
Una historia para recordar quiénes fuimos
Camposagrado no es ajena a nuestro tiempo. En una época donde la identidad se disuelve entre conveniencias y el pasado se trivializa, esta obra irrumpe como un mazazo.
Nos recuerda que la libertad no es un regalo, sino una conquista.
Que la memoria no vive en discursos, sino en huesos enterrados.
Que toda generación tiene el deber ineludible de defender lo que heredó.
Un mensaje espiritual y nacional
Camposagrado es también una obra espiritual. No solo por la presencia de Urbano, el arzobispo guerrero, ni por los salmos en la batalla, sino por el aliento reverente que empapa cada página. Es un canto a los muertos, un rezo por los caídos, una liturgia escrita con sangre y con fe.
Hay algo sagrado en la manera en que se consagra el campo de batalla. En la cruz erguida, en la espada quebrada clavada en la tierra, en el eco del silencio cuando la pólvora se ha agotado. Allí, donde no hay sepultura digna, nace la memoria verdadera.
Y hay algo profundamente nacional en su mensaje. No en el sentido trivial del símbolo, sino en el sentido trascendente de la raíz. Camposagrado es el hilo rojo que une a Covadonga, Guadalete, las Navas, Granada… y a nosotros, que aún pisamos esa misma tierra regada con juramentos.
El legado de los Tusinos
La novela culmina con el nacimiento de una estirpe: los Tusinos. Hijos del grito “Tu sin Nos”, fundadores de una torre en la frontera del valle, piedra angular de pueblos, nombres y memorias. De ellos nacerá el apellido Tapia, no por decreto ni nobleza impuesta, sino por elección: porque decidieron no rendirse.
No buscaron gloria. Pero la gloria los encontró.
Un libro necesario
Camposagrado no es solo una novela. Es un acto de justicia histórica. Un tributo a los que lucharon sin saber si serían recordados. Porque solo donde se luchó con dignidad puede alzarse una patria libre.
Léelo. Y tal vez, al cerrarlo, reces por aquellos hombres.
Como ellos lo harían por ti.