
Pedro Menéndez de Avilés, el fundador de San Agustín: la primera ciudad de Estados Unidos
En una época en que las potencias europeas aún esculpían sus nombres en las costas vírgenes del Nuevo Mundo, cuando las rutas eran inciertas y los océanos devoraban barcos y sueños por igual, surgió una figura española cuyo temple, visión y férrea voluntad abrirían una grieta permanente en la geografía de América del Norte: Pedro Menéndez de Avilés, marino asturiano, estratega implacable y gobernador de Indias, fue el fundador de San Agustín, la ciudad habitada de origen europeo más antigua de los actuales Estados Unidos.
Nacido en Avilés en 1519, en la costa norteña de la península ibérica, Pedro Menéndez creció con la sal del Cantábrico en la sangre y el acero del Renacimiento en la mano. La corona de España le confiaría empresas de suma importancia en la defensa del Imperio y la expansión de sus dominios. Fue el primero en comprender que Florida no podía ser solo tierra de paso, sino llave estratégica del Caribe y escudo de Castilla frente a piratas, protestantes y corsarios.
Reconquista de La Florida y destrucción de Fort Caroline
Corría el año de 1565 cuando Menéndez fue designado adelantado mayor perpetuo de La Florida. Su misión era clara: expulsar a los hugonotes franceses que habían ocupado parte del territorio y levantar allí la bandera de los Reyes Católicos. Los franceses, protestantes por convicción y piratas por necesidad, habían fundado Fort Caroline en la desembocadura del río San Juan, en el norte de la actual Florida. Pedro Menéndez no dudó: con fuerza naval y el apoyo de tribus locales, como los timucuas, lanzó un ataque implacable. El 2 de septiembre de 1565, Fort Caroline fue tomado y renombrado como San Mateo, mientras sus defensores eran ejecutados por herejes, en lo que fue una contundente advertencia de que la cruz de Castilla no permitiría rivales en sus tierras americanas.
Fundación de San Agustín
Solo seis días después, el 8 de septiembre de 1565, Pedro Menéndez fundó un nuevo asentamiento: San Agustín de La Florida. La fecha no fue casual; los nombres, tampoco. Lo que allí surgió no fue un simple fuerte, sino el germen de una ciudad —una que aún hoy respira con las cicatrices de los siglos y el eco de los arcabuces—. San Agustín precede a Jamestown en más de cuatro décadas, y a la mítica Plymouth en más de medio siglo.
Los españoles ya conocían bien aquellas costas. Desde Juan Ponce de León en 1513, en su infructuosa búsqueda de la fuente de la eterna juventud, hasta Hernando de Soto en 1539, pasando por fracasadas expediciones como la de Lucas Vázquez de Ayllón o Pánfilo de Narváez, los mapas se iban poblando de nombres y los caminos de huesos. Pero solo Menéndez logró lo que nadie antes: arraigar.
Gobernador del mar Caribe
Tras su éxito en Florida, Menéndez continuó su carrera como gobernador de Cuba (1567-1574), donde reorganizó las rutas navales, combatió la piratería en el canal de las Bahamas y mandó levantar la primera carta geográfica oficial de la isla. De su pluma nació también el sistema de flotas, columna vertebral del comercio entre España y sus dominios ultramarinos. Aquella armadura marítima protegió durante siglos el tránsito del oro, la plata y los sueños imperiales.
La labor de Menéndez no conocía tregua. Recorrió las costas de Florida, Georgia y Carolina del Sur, vigilando el horizonte como un centinela eterno. Solo en 1568 regresaría brevemente a España, en busca de ayuda para socorrer a los colonos de La Florida que, olvidados por el gobernador de Cuba, sufrían la escasez y la hostilidad del entorno. Su súplica no fue ignorada: el rey le otorgó el mando de la isla caribeña.
Últimos años y legado
Murió en Santander en 1574, cuando el rey Felipe II lo había designado para organizar una gran armada con la que atacar Inglaterra y auxiliar a las fuerzas españolas en los campos de Flandes. Su muerte llegó antes que su destino, pero no antes de haber grabado su nombre en la historia.
Su testamento, custodiado hoy en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz, constituye un legado de valor no solo documental sino simbólico. En su memoria, la ciudad asturiana que le vio nacer es conocida como Villa del Adelantado.
San Agustín: resistencia y permanencia
San Agustín no sería un remanso de paz. En 1586, el corsario inglés Francis Drake, al servicio de Isabel I, atacó la ciudad, reduciéndola a cenizas. Pero los españoles no abandonaron su bastión. En 1668, el capitán pirata Robert Searle saqueó nuevamente la ciudad. Luego vinieron los británicos en 1702 y 1740, siempre dispuestos a romper la columna vertebral del poder español en el sureste americano. Ninguna ofensiva logró borrar a San Agustín del mapa.
Para protegerla, en 1672 se inició la construcción del Castillo de San Marcos, una fortaleza de piedra coquina que, lejos de agrietarse ante los cañones enemigos, absorbía sus impactos. Aún hoy se alza allí, mirando al Atlántico, testigo de un pasado de pólvora y resistencia.
Allí mismo moriría en 1633 el gobernador Andrés Rodríguez de Villegas, un ejemplo más de la fidelidad y el sacrificio que exigía el gobierno de aquellas tierras indómitas.
El pionero
Pedro Menéndez de Avilés no fue un simple conquistador. Fue un arquitecto de permanencia, un marino de acero que convirtió las derrotas ajenas en lecciones propias. Su huella se extiende desde las aguas del Caribe hasta las piedras de San Agustín, ciudad que —como él— desafió al tiempo, a la guerra y al olvido.
Hoy, cuando los mapas ya no se trazan con sangre ni las ciudades se fundan con estandartes, San Agustín sigue en pie, y en ella resuena, silenciosa pero firme, la voluntad de un hombre que se atrevió a dar el primer paso donde otros apenas soñaron con llegar.