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La Victoriacum del rey Leovigildo: historia, mito y frontera
Tras la caída del imperio romano, las tierras que hoy rodean la ciudad de Vitoria-Gasteiz quedaron en los márgenes de un mundo que se resquebrajaba. En aquella época oscura, cuando la luz de Roma se apagaba y nuevas fuerzas luchaban por levantar su propio orden sobre las ruinas de un imperio moribundo, los pueblos del norte de Europa descendieron sobre Hispania. El caos se convirtió en ley y la línea que separaba a los visigodos del sur y a los francos del norte convirtió a la llanada alavesa en un umbral fronterizo. Entre estas sombras, surge el nombre de una ciudad perdida: Victoriacum.
El enigma de Victoriacum
Según algunas fuentes medievales, fue el rey Leovigildo quien fundó esta ciudad en el año 581, en el corazón de lo que hoy es Álava. El cronista anónimo que escribió: “anno V Tiberii, qui est Leovegildi XIII annus, […] Leovegildus rex partem Vasconiae occupat et civitatem, quae Victoriacum nuncupatur, condidit”, dejó constancia de aquella fundación. Pero ¿dónde estaba exactamente Victoriacum? ¿Era realmente la actual Vitoria? La tradición sostiene que sí, pero la arqueología y la crítica histórica siembran dudas profundas.
Muchos expertos consideran que Victoriacum no se alzaba en el mismo lugar donde hoy se asienta Vitoria-Gasteiz, sino en zonas cercanas. Algunos proponen que se encontraba a los pies del monte Gorbea, en el pequeño núcleo rural de Vitoriano, en el municipio de Zuya. Otros, como A. Barbero y M. Vigil, sugieren que se trataba del oppidum de Iruña, identificable con la antigua Veleia de Ptolomeo, un importante complejo romano a escasos kilómetros de la ciudad actual.
Francos, no visigodos
Las excavaciones más recientes han revelado un giro inesperado: los indicios apuntan a que quienes ocuparon esta región en aquella época no fueron los visigodos, sino los francos. Así lo atestiguan los hallazgos en Aldaieta (Nanclares de Gamboa), donde apareció un cementerio con tumbas adornadas según las costumbres funerarias francas. Los objetos encontrados bajo la catedral de Santa María de Vitoria también parecen responder a esa cultura. Se trata de restos que, por sus características, se sitúan entre los siglos VI y VIII, reforzando la hipótesis de una presencia franca en la región.
No obstante, ninguno de estos hallazgos permite asociar de forma concluyente a Victoriacum con Vitoria. La arqueología no ha logrado resolver el enigma, y los pocos restos visigodos hallados en la zona son insuficientes para establecer un vínculo directo con la fundación atribuida a Leovigildo.
De Gasteiz a Nova Victoria
La primera referencia documentada a la aldea de Gastehiz aparece en la reja de San Millán de la Cogolla, un documento del año 1025 que enumera las poblaciones que debían pagar tributos al monasterio de San Millán. Este escrito refleja una toponimia dominada por nombres de origen vasco, con algunos términos romances, lo que indica una presencia cultural compleja. Sin embargo, la aldea no aparece identificada con precisión geográfica.
Fue el rey navarro Sancho VI quien en 1181 fundó la actual ciudad sobre el núcleo de Gasteiz, con el nombre de Nova Victoria. Lo hizo en un contexto militar y geopolítico muy concreto: la necesidad de establecer una línea de defensa frente a la expansión castellana. Aprovechando las guerras internas en Castilla durante la minoría de Alfonso VIII, Sancho el Sabio tomó la iniciativa y creó una red de fortalezas en lugares como Antoñana, Laguardia o Bernedo. Vitoria fue una de ellas.
La frase recogida en los documentos fundacionales es clara: “…novum nomen imposui scilicet Victoria quae antea vocabatur Gasteiz…”; el monarca impuso un nuevo nombre con sentido bélico y simbólico: victoria. Un acto político con forma de ciudad amurallada.
La muralla anterior a la ciudad
Una de las controversias más notables es la existencia de una muralla anterior a la fundación oficial. Algunos arqueólogos, tras estudios con carbono 14 en el subsuelo de la catedral de Santa María, han datado parte de esta estructura defensiva a finales del siglo XI, es decir, un siglo antes de la creación de Nova Victoria. Esta afirmación, sin embargo, no es compartida por todos los historiadores. El argumento principal en contra reside en que ningún recinto fortificado de esas dimensiones —con veinte torres y traza urbana compleja— podría haberse erigido sin consentimiento real o documento foral que lo amparase.
Los fueros medievales, instrumento jurídico de privilegio y defensa, eran otorgados por los reyes para permitir la construcción de murallas, castillos o la constitución de milicias urbanas. Sin ese marco legal, no habría sido posible un recinto defensivo de tal magnitud. Por ello, muchos expertos consideran que si bien pudo existir alguna estructura defensiva previa, esta sería modesta, rudimentaria y de carácter más local que urbano.
Conquista castellana y ensanches
En enero del año 1200, tras un asedio de ocho meses, las tropas castellanas de Alfonso VIII tomaron Vitoria. La ciudad, tras resistir con la muralla que había heredado de Gasteiz, capituló. El rey castellano integró la villa en su corona y promovió su crecimiento. Le otorgó un primer ensanche de corte gótico hacia la ladera oeste y estableció nuevos barrios gremiales al este en 1256, bajo el impulso urbanístico de Alfonso X el Sabio.
Más adelante, en 1399, Enrique III concedió a Vitoria dos ferias francas, consolidando su estatus mercantil. La ciudad se convertía no solo en un bastión defensivo sino en un nodo comercial de creciente relevancia.
Alianzas y hermandades
En 1296, tras las cortes de Valladolid, Vitoria firmó dos hermandades fundamentales. Una con las villas costeras de Castro Urdiales, Santander, San Sebastián, Bermeo, Fuenterrabía y Laredo: la llamada Hermandad de las Villas de la Marina de Castilla. La otra, con villas del interior como Miranda de Ebro, Logroño, Haro, Nájera, Salvatierra o Santo Domingo de la Calzada. Estas alianzas no solo fortalecían la seguridad mutua, sino que facilitaban el comercio. De hecho, fue gracias a esta red de relaciones que en el año 1300 se fundó la villa de Bilbao y su puerto, acortando las rutas que hasta entonces conectaban con Castro o Bermeo.
Ciudad leal y memoria hebrea
En 1431, Juan II de Castilla le concedió a Vitoria el título de ciudad. Años más tarde, en 1463, Enrique IV añadió el título de leal, y en 1470 Fernando el Católico la denominó muy leal. Isabel I, la reina católica, juró sus fueros y privilegios en el portal de Arriaga el 22 de septiembre de 1483, reconociendo así la importancia estratégica y administrativa que Vitoria había adquirido en el seno de la monarquía.
Cabe destacar también la existencia de una notable comunidad judía en la ciudad. Antes de su expulsión en 1492, la judería vitoriana formaba parte del entramado cultural y económico de la urbe. Su cementerio, convertido hoy en parque bajo el nombre de Judimendi, conserva un monumento en recuerdo de aquella presencia silenciosa que fue borrada por decreto real pero permanece en la memoria de piedra.
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